IV. Resumen y conclusiones
Los resultados de
nuestro estudio analizaron los componentes culturales y musicales del
proceso dinámico de cambio o aculturación, que ha afectado
significativamente a la cultura alacalufe de Chile. Como sucede
comúnmente en cualquier proceso de esa naturaleza, han coexistido
en la música alacalufe dos fuerzas opuestas pero complementarias:
las que tienden a la estabilidad o permanencia y aquellas otras que tienden
a la modificación de los modelos tradicionales. Es nuestro actual
propósito sintetizar y evaluar dicha aculturación musical
mediante la confrontación de los elementos que atestiguan una permanencia
de rasgos antiguos o arcaicos con aquellos que exhiben una alteración
más o menos profunda de los mismos.
La estabilidad de
la música alacalufe se evidencia principalmente en sus componentes
morfológicos y estructurales. Ellos son:
- Morfología:
La dependencia de la forma y estructura musical del lenguaje hablado;
el desarrollo musical basado en una metamorfosis continua de la unidad
melódica básica o motivo, generando una especie de mosaico
sonoro; la coexistencia del canto corto y del canto largo, ambos de
antiguo origen; y la permanencia de ciertas canciones-tipo tradicionales
expresadas en diversas versiones individuales de cada intérprete.
- Organización
tonal: Un concepto peculiar del acto de cantar y de su organización
tonal que incluye desde recitados expresivos con sonidos indeterminados
hasta melodías pentáfonas; el uso de un escaso número
de sonidos básicos; el predominio de ámbitos estrechos
de segunda mayor y menor, incluyendo ámbitos que van desde el
unísono oscilante hasta la 6ª menor; el predominio del movimiento
conjunto con uso discreto de la 3ª menor y excepcional de la 4ª
justa; y el empleo característico de trayectorias de desplazamiento
pequeño en torno a claros ejes tonales.
- Organización
temporal: El uso predominante de un ritmo prosódico libre
determinado por el lenguaje hablado; el desarrollo rítmico basado
en la repetición y variación de esquemas básicos;
el empleo predominante de una métrica aditiva irregular; el uso
característico de los metros trocaico, yámbico y mixtos;
y el predominio de un tempo normal moderado y constante.
- Dinámica
y articulación: El uso de una dinámica predominantemente
plana en mezzoforte o piano; y el empleo de acentos dinámicos
como puntos focales de los esquemas melódicos.
- Timbre y elementos
interpretativos especiales: El uso característico de recursos
expresivos diversos de antiguo origen: interpolaciones de lenguaje hablado,
recitaciones, risas, expiraciones e inspiraciones, entonación
indeterminada y sílabas sin significado; y el empleo ocasional
de la imitación empírica o heterofónica y del cromatismo
descriptivo.
El cambio de la música
alacalufe se advierte significativamente en ciertos rasgos estilísticos
e interpretativos, los cuales aparecen respaldados por las transforrnaciones
funcionales del canto. Dichos rasgos son:
- Morfología:
No se advierten cambios de importancia en este nivel de nuestro análisis
sistemático.
- Organización
tonal: Una leve o profunda disminución de la oscilación
tonal; una menor frecuencia de la entonación fluctuante; y una
tendencia hacia la afinación temperada.
- Organización
temporal: Un desprendimiento o ruptura del ritmo musical con respecto
al movimiento corporal y la danza; el empleo, en ciertos trozos, de
una total regularidad y simetría métrica, como resultado
del uso exclusivo de un esquema métrico; un aumento progresivo
de la velocidad: MM = 71 en 1923-24; MM = 77 en 1959; y MM = 90 en 1971.
- Dinámica
y articulación: La ausencia, en algunos intérpretes,
del uso de acentos dinámicos característicos; y la pérdida
de la variedad articulativa y de la frecuencia del corte glotal.
- Timbre y elementos
interpretativos especiales: Una pérdida del timbre vocal tenso
de antaño, sustituído por un timbre distenso, relajado,
abierto, nasal y contenido; y una inmovilidad facial y corporal del
intérprete, sumada a una pérdida de la asociación
de la música con la pantomima y la danza.
Recordemos que estos
cambios estilísticos e interpretativos detectados en nuestros cinco
niveles de análisis no aparecen en forma autónoma ni aislada.
Ellos afloran principalmente como resultado de cambios de función
musical, los cuales responden, a su vez, a las multiformes y complejas
transformaciones de la cultura alacalufe contemporánea.
Dichos cambios funcionales no afectan la base estructural de la música.
Y se perciben en la pérdida del repertorio religioso; la disminución
de la cantidad y variedad de las canciones imitativas; la ausencia del
juego tradicional cantado en las actividades infantiles; la disminución
de la frecuencia del canto; la pérdida de la práctica del
canto individual o colectivo integrado a actividades de grupo; y el desconocimiento
de cantos en lengua alacalufe por parte de la juventud actual.
Todo ello provoca una pérdida de la energía vital del canto
y un debilitamiento de sus modalidades expresivas, como obvia consecuencia
del severo impacto de la civilización occidental sobre el medio
ambiente y modo de vida del grupo nativo.
No obstante, la fuerte
permanencia de una cantidad significativa de elementos musicales indica
que la música alacalufe pertenece a una tradición
arcaica de transmisión fija. Sus estructuras han sido capaces de
resistir los embates del flujo temporal y de la acción destructiva
del proceso de aculturación. La estrecha unión de la melodía
con la lengua nativa -a la cual está unida inseparablemente- ha
asegurado su continuidad, puesto que el lenguaje cantado desempeña
una importante función comunicativa. Cabe señalar, sin embargo,
que la eventual desaparición de la lengua nativa -predecible en
el futuro próximo de la actual niñez -implicará necesariamente
la desaparición de la música por ser esta un producto de
dicho lenguaje.
Para la etnomusicología,
esta paleomúsica alacalufe posee un alto valor científico.
Ella constituye la última supervivencia del estrato cultural paleoindígena
producto de las tempranas migraciones del hombre al cono sur de América.
Ella es, además, una de las escasas supervivencias musicales pertenecientes
a los antiquísimos grupos nomádicos de caza-recolección
del planeta, la mayoría de los cuales se han extinguido luego de
su contacto con la civilización. Los principales de dichos grupos
vivientes son los esquimales del ártico, los algonkianos
y atabascos de Canadá, los shoshone de EE. UU., los
pigmeos y bosquimanos de Africa, los semang de Malaya,
los indígenas australianos y de las Islas Andamán (Service,
1966:4-6). Todos ellos poseen una similitud apreciable en muchos niveles
de sus respectivas culturas, incluyendo sus expresiones artísticas.
No es sorprendente, entonces, que Hornbostel (1948:90-95) haya comprobado
mediante comparaciones sistemáticas la existencia de similitudes
musicales de los fueguinos con respecto a diversos otros grupos
humanos de estratos culturales afines. Entre ellos, destacan los vedas
de Ceylán, los indígenas del Sudeste de Australia y de las
Islas Andamán y los papúa del Estrecho Torres (ibid.:
93-94).
No es nuestro propósito
abocarnos a examinar el difícil e insoluble problema de los orígenes
de la música, el cual está unido al origen remoto del ser
humano y a su complejo proceso evolutivo de hominización. Los vastos
alcances teóricos de este problema antropológico-cultural
evaden los límites y objetivos específicos de nuestro presente
trabajo. Sin embargo, una interrogante surge inevitablemente de los resultados
de nuestro estudio. ¿Es posible que la paleomúsica alacalufe
nos indique cómo fue o pudo haber sido la música originaria
de los primeros hombres de América? La antropología moderna
rechaza tal suposición, afirmando que "no hay razón para
considerar a ningún grupo actual como nuestro antepasado contemporáneo"
(Herskovits, 1952:85), puesto que su cultura no puede ser la misma de
los tiempos primitivos debido a las continuas e incontenibles transformaciones
culturales endógenas y exógenas. No obstante, sus simples
expresiones musicales revelan una gran estabilidad y permanencia estructural
pudiendo, quizás, reflejar algunos rasgos de dicha música
pretérita. Esta música nos ofrece, en todo caso, una imagen
de extrema simplicidad. Y sólo mediante su captación profunda
podremos comprender la enorme distancia que la separa de aquellas expresiones
de mayor complejidad propias de la civilización occidental. En
efecto, la extrema economía de medios de la música alacalufe
nos señala su profunda incompatibilidad con respecto a la música
de la sociedad mayoritaria chilena. Enfrentada a ella, la música
del grupo étnico cede lugar entrando gradualmente en receso en
la medida que el reducido grupo alacalufe sobreviviente se incorpora
dolorosamente al nuevo medio sociocultural.
Es así como,
desde hace algún tiempo, estamos presenciando la dramática
agonía cultural del grupo étnico en gran parte desaparecido.
Con su gran sensibilidad y elocuencia, Gusinde lo ha atestiguado: "Me
apoyé un día . . . en el vallado cubierto de musgos y líquenes
de un pequeño cementerio, mirando pensativo el gran horizonte que
se ofrecía a mi vista. Entonces pensé: '¡Todo ese pueblo
está ahí!' En efecto, todos han sido aniquilados por la
insaciable codicia de la raza blanca y por los efectos mortales de su
influencia. El indigenismo en la Tierra del Fuego ya no se puede recuperar.
Sólo las olas del Cabo de Hornos, en su constante movimiento, están
susurrando continuo responso a los indios desaparecidos" (1951:398).
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